viernes, 3 de octubre de 2014


Por qué el mundo es mejor contigo.

Era bonita la mañana, campos verdes y el sol calentando la tierra, y las aguas de aquel río “que hermoso río”, el agua cristalina en algunos lugares donde la corriente no es tan fuerte de donde puedes beber con tus manos aquella agua fresca; y en otros puntos donde el agua  se acumula, formando partes caudalosas que en aquel tiempo luce azul, realmente reflejando el cielo, algunas aves llegan a formar sus vidas cerca de esta lugares, y emprenden el vuelo formando una especie de paisajes vivientes, que con la luz del sol no tienen competencia con ningún otro paisaje en el mundo.
¿Estaba de vacaciones? se podría decir que si, pues tenía tiempo de no dedicarme a nada en específico, y solo quería tiempo conmigo mismo, estar conmigo, tener sueños de vida paralelas que no existen, mientras observaba la corriente del río, tener recuerdos específicos que en su tiempo eran agresivos y ahora ya no lastiman, y a veces esos recuerdos me llevan a otros mejores, y luego a otras cosas y me arrancan una sonrisa y mi alma se queda en paz.
En fin en eso estaba, tirado bajo un árbol cuya sombra me refrescaba, mi cabeza recargada en las enormes raíces del árbol las cuales salían de la tierra, mis manos sobre mi estómago entrecruzados mis dedos, y las piernas cruzadas, mientras en mi boca jugaba con una paja verde de pasto.
No había nada que me hiciera despertar de mis sueños, ni de mis recuerdos.
Los rayos del sol de la tarde comenzaban a filtrarse por entre las ramas y entre las hojas de aquel enrome árbol, el sol lastimaba mis ojos por lo que egoístamente los había cerrado privándome del paisaje, susurraba una inexistente canción,  mientras masticaba la paja verde y algunas aves chiflaban sobre aquel árbol, y realmente era yo quien había invadido su espacio.
Fue cuando escuche su voz por vez primera e intente abrir mis ojos (como dijeron algún día que el cigarro cubano se fumaba con más  de un sentido, aspiras por la boca y la nariz, pero observas el humo como se eleva y eso es placentero); así quise aquella vez no solo percibirla con un sentido si no que quería verla pero la luz del sol  lastimaba mis ojos,  solo a medias veía su figura y escuchaba su voz, que era una crítica hacia mí, que reclamaba “que si iba a estar todo el día acostado bajo ese árbol mientras ella había tenido que ir a la escuela en la mañana y trabajar en el restaurant por la tarde”, y puso sus manos en su cintura mientras me culpaba de algo que lo cual  yo no tenía la culpa.  Me levante como de golpe y ella era bonita, bonitos ojos, la nariz afiladita luego supe que tenía bonita sonrisa también, pues mientras caminábamos por aquel camino de piedra junto al río  ella sonreía algunas veces, mientras yo trataba de convencerla de que no fuera aquel día al trabajo y que tirados bajo la sombra de algún árbol con la cabeza en alguna raíz, las manos sobre el estómago y las piernas cruzadas imagináramos mundos alternos donde estuviéramos juntos.
Pero ella no quiso, y a veces me hacía reír mucho cuando se negaba de mil formas a pasar la tarde conmigo.
Poco a poco el camino de piedra se fue juntando más al río, hasta que un puente por donde la gente pasaba los entrecruzó y subimos el puente que era como arco, pero de piedra y todo aquello era la antesala del pueblo con sus casa viejas del mismo material y una de las iglesias más singulares que he visto.
-Voy al trabajo lo mejor es que regreses a tu árbol a soñar solo, me dijo y yo hice una mueca en mi cara.
Y entre a la iglesia como acostumbro siempre que paso cercas de alguna que no conozco, pero a medias escuche la misa, puesto que cuando estás pensando en algo no te puedes concentrar del todo.
Cuando salimos de misa la tarde comenzaba a caer ya,  los establecimientos de aquel lugar habían comenzado a encender sus lámparas, el humo salía de algunas chimeneas, hacía frío pues era un lugar cerca de la montaña.
Decidido a encontrarla entre al restaurant aquel donde trabajaba y me senté en una mesa, un viejo atendía la barra, y una vieja andaba por las mesas  (imagino que eran pareja y los dueños de aquel lugar nunca le pregunte)  había una especie de orquesta tratando de entonar algunas canciones y como era la hora entre la comida y la cena de un día martes, no había muchos clientes.
Ella salió de la parte de atrás del lugar con un mandil y el traje típico de aquel lugar  lucia simpática, pero se hiso la desentendida conmigo y yo pensé que nuestra relación por el bosque ameritaba mas que eso y estaba a punto de decírselo cuando la vieja aquella del lugar me interrumpió, con voz molesta diciéndome que si quería comer algo y yo dije que no, que solo me gustaría tomar un café negro, a lo que ella dijo que me serviría cerveza dejándome callado por su  tono de voz y ¿algo de comer? -Pues la cerveza está bien-, pero dijo que me serviría el plato de la casa con el mismo tono de voz de antes dejándome exactamente de la misma manera que en el pasado.
Así es que algunos minutos más tarde me encontré comiendo con las manos un pedazo de carne asada en las brasas, bañada en alguna salsa muy rica pero que llenaba mis dedos y mi boca dejándome todo pegajoso, lo estaba comiendo así puesto que cuando pedí cubiertos solo obtuve una mueca de desprecio hacia mí y que la vieja me diera la espalda, dejándome ahí mirando cómo se alejaba.
Unos hombre imagino que clientes frecuentes de aquel lugar me dijeron que a ella (a mi amiga del bosque) le gustaba una canción Mexicana y que casualmente la orquesta la podía entonar y yo dije que esa orquesta no entonaba nada,  la verdad es que la cerveza era dulce y agradable pero fuerte para cuando acabe mi asado de carne yo me había tomado ya tres o cuatro tarros de cerveza y envalentonado me pare en medio de la orquesta y gritando obtuve la atención de los pocos clientes, de los viejos y de ella, y comencé a cantar una canción Mexicana dedicada especialmente para ella, aquello debió de haber sido agradable puesto que cuando termine algunos clientes reían y otros aplaudían de pie en sus mesas, los viejos sonreían mientras decían que no con sus cabezas y decían cosas entre ellos.
Ella fue la que menos se expresó hasta que con algunos platos de comida dirigidos a otra mesa se acercó a la mía, y dejándome un tarro de cerveza me dijo – esta te la invito yo, esa canción ni me gusta tonto, ¿mañana a la misma hora en el árbol?- Y yo fui feliz, y bailando me fui de aquel lugar, balanceando el tarro de cerveza de izquierda a derecha cantando la canción que no le gustaba pero que yo le había dedicado.
Al siguiente día nos vimos, y al siguiente  y luego se nos hiso costumbre vernos y caminar por aquel camino de piedra junto al río, ella me cuenta de su vida, de su familia, de cómo le va en la universidad, yo le cuento de como es mi casa lejos de aquel lugar, luego llegamos al pueblo y se aleja de mi entrando al restaurant.
A veces cuando hay tiempo bajo algún árbol que no sea donde nos vemos siempre, al final de cuentas hay muchos árboles con esas características, bajo algún árbol pasamos la tarde juntos yo me recuesto de lado para verla, ella con su cabeza sobre una raíz, las manos sobre el estómago,  y las piernas cruzadas imagina que estamos juntos en algún mundo alterno, luego yo cierro los ojos y recuerdo aquel día en que la conocí y ese se ha convertido en mi recuerdo favorito.