Por
qué el mundo es mejor contigo.
Era bonita la mañana, campos verdes y el
sol calentando la tierra, y las aguas de aquel río “que hermoso río”, el agua
cristalina en algunos lugares donde la corriente no es tan fuerte de donde
puedes beber con tus manos aquella agua fresca; y en otros puntos donde el
agua se acumula, formando partes
caudalosas que en aquel tiempo luce azul, realmente reflejando el cielo,
algunas aves llegan a formar sus vidas cerca de esta lugares, y emprenden el
vuelo formando una especie de paisajes vivientes, que con la luz del sol no
tienen competencia con ningún otro paisaje en el mundo.
¿Estaba de vacaciones? se podría decir que
si, pues tenía tiempo de no dedicarme a nada en específico, y solo quería
tiempo conmigo mismo, estar conmigo, tener sueños de vida paralelas que no
existen, mientras observaba la corriente del río, tener recuerdos específicos
que en su tiempo eran agresivos y ahora ya no lastiman, y a veces esos
recuerdos me llevan a otros mejores, y luego a otras cosas y me arrancan una
sonrisa y mi alma se queda en paz.
En fin en eso estaba, tirado bajo un árbol
cuya sombra me refrescaba, mi cabeza recargada en las enormes raíces del árbol
las cuales salían de la tierra, mis manos sobre mi estómago entrecruzados mis
dedos, y las piernas cruzadas, mientras en mi boca jugaba con una paja verde de
pasto.
No había nada que me hiciera despertar de
mis sueños, ni de mis recuerdos.
Los rayos del sol de la tarde comenzaban a
filtrarse por entre las ramas y entre las hojas de aquel enrome árbol, el sol
lastimaba mis ojos por lo que egoístamente los había cerrado privándome del
paisaje, susurraba una inexistente canción, mientras masticaba la paja verde y algunas
aves chiflaban sobre aquel árbol, y realmente era yo quien había invadido su
espacio.
Fue cuando escuche su voz por vez primera e
intente abrir mis ojos (como dijeron algún día que el cigarro cubano se fumaba
con más de un sentido, aspiras por la
boca y la nariz, pero observas el humo como se eleva y eso es placentero); así
quise aquella vez no solo percibirla con un sentido si no que quería verla pero
la luz del sol lastimaba mis ojos, solo a medias veía su figura y escuchaba su
voz, que era una crítica hacia mí, que reclamaba “que si iba a estar todo el
día acostado bajo ese árbol mientras ella había tenido que ir a la escuela en
la mañana y trabajar en el restaurant por la tarde”, y puso sus manos en su
cintura mientras me culpaba de algo que lo cual yo no tenía la culpa. Me levante como de golpe y ella era bonita,
bonitos ojos, la nariz afiladita luego supe que tenía bonita sonrisa también,
pues mientras caminábamos por aquel camino de piedra junto al río ella sonreía algunas veces, mientras yo
trataba de convencerla de que no fuera aquel día al trabajo y que tirados bajo
la sombra de algún árbol con la cabeza en alguna raíz, las manos sobre el estómago
y las piernas cruzadas imagináramos mundos alternos donde estuviéramos juntos.
Pero ella no quiso, y a veces me hacía reír
mucho cuando se negaba de mil formas a pasar la tarde conmigo.
Poco a poco el camino de piedra se fue
juntando más al río, hasta que un puente por donde la gente pasaba los
entrecruzó y subimos el puente que era como arco, pero de piedra y todo aquello
era la antesala del pueblo con sus casa viejas del mismo material y una de las
iglesias más singulares que he visto.
-Voy al trabajo lo mejor es que regreses a
tu árbol a soñar solo, me dijo y yo hice una mueca en mi cara.
Y entre a la iglesia como acostumbro
siempre que paso cercas de alguna que no conozco, pero a medias escuche la
misa, puesto que cuando estás pensando en algo no te puedes concentrar del
todo.
Cuando salimos de misa la tarde comenzaba a
caer ya, los establecimientos de aquel
lugar habían comenzado a encender sus lámparas, el humo salía de algunas
chimeneas, hacía frío pues era un lugar cerca de la montaña.
Decidido a encontrarla entre al restaurant
aquel donde trabajaba y me senté en una mesa, un viejo atendía la barra, y una
vieja andaba por las mesas (imagino que
eran pareja y los dueños de aquel lugar nunca le pregunte) había una especie de orquesta tratando de
entonar algunas canciones y como era la hora entre la comida y la cena de un
día martes, no había muchos clientes.
Ella salió de la parte de atrás del lugar
con un mandil y el traje típico de aquel lugar lucia simpática, pero se hiso la desentendida
conmigo y yo pensé que nuestra relación por el bosque ameritaba mas que eso y
estaba a punto de decírselo cuando la vieja aquella del lugar me interrumpió,
con voz molesta diciéndome que si quería comer algo y yo dije que no, que solo
me gustaría tomar un café negro, a lo que ella dijo que me serviría cerveza
dejándome callado por su tono de voz y ¿algo
de comer? -Pues la cerveza está bien-, pero dijo que me serviría el plato de la
casa con el mismo tono de voz de antes dejándome exactamente de la misma manera
que en el pasado.
Así es que algunos minutos más tarde me
encontré comiendo con las manos un pedazo de carne asada en las brasas, bañada
en alguna salsa muy rica pero que llenaba mis dedos y mi boca dejándome todo
pegajoso, lo estaba comiendo así puesto que cuando pedí cubiertos solo obtuve
una mueca de desprecio hacia mí y que la vieja me diera la espalda, dejándome
ahí mirando cómo se alejaba.
Unos hombre imagino que clientes frecuentes
de aquel lugar me dijeron que a ella (a mi amiga del bosque) le gustaba una
canción Mexicana y que casualmente la orquesta la podía entonar y yo dije que
esa orquesta no entonaba nada, la verdad
es que la cerveza era dulce y agradable pero fuerte para cuando acabe mi asado
de carne yo me había tomado ya tres o cuatro tarros de cerveza y envalentonado
me pare en medio de la orquesta y gritando obtuve la atención de los pocos
clientes, de los viejos y de ella, y comencé a cantar una canción Mexicana
dedicada especialmente para ella, aquello debió de haber sido agradable puesto
que cuando termine algunos clientes reían y otros aplaudían de pie en sus
mesas, los viejos sonreían mientras decían que no con sus cabezas y decían
cosas entre ellos.
Ella fue la que menos se expresó hasta que
con algunos platos de comida dirigidos a otra mesa se acercó a la mía, y
dejándome un tarro de cerveza me dijo – esta te la invito yo, esa canción ni me
gusta tonto, ¿mañana a la misma hora en el árbol?- Y yo fui feliz, y bailando
me fui de aquel lugar, balanceando el tarro de cerveza de izquierda a derecha
cantando la canción que no le gustaba pero que yo le había dedicado.
Al siguiente día nos vimos, y al
siguiente y luego se nos hiso costumbre
vernos y caminar por aquel camino de piedra junto al río, ella me cuenta de su
vida, de su familia, de cómo le va en la universidad, yo le cuento de como es
mi casa lejos de aquel lugar, luego llegamos al pueblo y se aleja de mi
entrando al restaurant.
A veces cuando hay tiempo bajo algún árbol
que no sea donde nos vemos siempre, al final de cuentas hay muchos árboles con
esas características, bajo algún árbol pasamos la tarde juntos yo me recuesto
de lado para verla, ella con su cabeza sobre una raíz, las manos sobre el estómago, y las piernas cruzadas imagina que estamos
juntos en algún mundo alterno, luego yo cierro los ojos y recuerdo aquel día en
que la conocí y ese se ha convertido en mi recuerdo favorito.