Cecilia.
Y pues si no lo niego
tal vez lo mejor de los últimos años en la oficina eran sin duda las tardes de
jueves, cuando dejaba la oficina temprano (al final de cuentas el había sido el
gerente los últimos 12 años y podía hacer cosas como esa) caminaba varias
cuadras por el centro de la ciudad, hasta la calle Washintong por donde avanzaba algunas cuadras,
por la calle de Washintong las oficinas se convierten en negocios pequeños y
luego dos cuadras después del palacio municipal las casas se vuelven casas
viejas y pobres (hay que recordar que el palacio municipal no es el primero de
cuando se fundo la ciudad el nuevo data de cómo 1982, y se hiso por que según
la administración de aquellos años se necesitaba un palacio municipal moderno
acorde con la industrialización de la
ciudad, por eso cambia mucho el paisaje) vuelta en la esquina con la calle
Almendra por donde hay mucha sombra a esa hora de la tarde y donde la brisa
fresca se siente como alivio del calor de la temporada, donde los rosales del número 1584 contribuyen
con sus flores al paisaje y un olor como de altar de iglesia en época de pascua
se percibe cuando pasas junto a esa casa
y al final de la calle el teatro que lo
esperaba como cada jueves.
Entraba en silencio y tomaba su lugar en los asientos de
atrás, la ansia de verla hacían que se desatara la corbata y jugara con el
sombrero entre sus manos, cuando los integrantes de la sinfónica pasaban
acomodaditos uno a uno ella era la cuarta ò la quinta en entrar, entonces el
corazón le latía mas fuerte de lo normal y comenzaba a estrujar el sombrero con
las manos.
Y allá en la parte de adelante del teatro la sinfónica comenzaba
a tocar, y el aislaba la estampa de ella y el sonido de su violín, y estrujaba
mas el sombrero y en ocasiones el alma se le salía con cada nota. Le hubiera
gustado caminar hasta ella, darle una rosa de las del número 1584 la rosa mas
hermosa que pudiera encontrar, pero no
se atrevía y solo se quedaba observándola escondido entre las sombras del teatro y no se atrevía a
hablarle.
A veces creo que si se desea tanto algo, bueno según mi
opinión se puede hacer realidad, en cierta forma, por que una tarde que no era de
jueves, el tomaba café mientras leía el periódico en un restaurant casi hasta
el otro lado del pueblo si se parte desde el teatro, y lejos de la escuela de
música ò de cualquier parte donde el supusiese que se encontraría con ella (por
que realmente lo único que sabia de ella es que era muy joven y linda, y que
tocaba el violín en la sinfónica) el echo es que mientras tomaba café y
embobado leía el periódico una tarde que no era tarde de jueves, sin que el se diese
cuenta (¿que hubiera pasado si el se hubiera dado cuenta antes? Quizás se
hubiera ido de aquel lugar por que no hubiera podido con la emoción de verla)
la cosa es que sin que sintiera su presencia embobado en la lectura y en los
sorbos de café no supo que ella estaba ahí en aquel lugar y ella se sentó en su
mesa y estrecho su mano y le dijo su nombre el cual era el de la patrona de los
músicos (claro estaba debí adivinarlo el pensó) y hablaron muchas cosas sobre
todo de películas (aun que el no era fanático de esas cosas) pero intento
contarle todas las que el había visto la mayoría eran películas viejas, algunas
escenas las inventó por que su memoria no era tan buena como antes y ella se
divertía con la platica y el se perdía en su sonrisa.
Y así como cuando las cosas no quieres que pasen, el rato se
esfumo de inmediato al menos para el y la tarde se hiso noche y como una amenaza, de ella salió un <esta
es la última taza de café por hoy, mañana hay escuela y ensayos y un sin fin de
cosas pendientes que hacer>, le hubiera gustado decirle que se quedara otro
rato pero no quiso tomar el papel de rogón aun que sufrió demasiado por eso, el
corazón dejo de latir por unos instantes y una especie de rencor contra el
tiempo surgió dentro de su ser.
Ella busco algunas cosas en su bolso o al menos hiso como
que buscaba algo, contesto algunos mensajes pendientes en el móvil, miro los
ojos de el por un segundo le dedico una última sonrisa la mejor sonrisa de toda
la noche, luego dejo su asiento y acercándose a el beso su mejilla con la
promesa de volver a estar juntos algún día.
Y la vio alejarse cruzando una tierra de mesas y sillas y
todavía la siguió con la mirada hasta que un montón de calles y de carros la
desaparecieron como una maldición épica (el pensó eso como si ese fuera el momento cúspide de todos los
momentos malos de su vida) pago y se fue del lugar olvidando el periódico.
Aquel día viajo en taxi hasta su casa (generalmente camina ò
viaja en autobús) mientras las luces de los establecimientos y los autos
iluminaban su rostro, pensó en Cecilia y en su violín, pensó en la magia que la
envuelve, pensó en la última taza de café lo que lo llevó a la última sonrisa y
a la imagen de ella buscando cosas en el bolso ò contestando los mensajes del
móvil, pensó en su mirada y en aquel beso en la mejilla y escuchaba la música
del violín dentro de si y aquella noche
las estrellas brillaron mas en el cielo.